¿Cual es el motivo que genera esos sueños insoportables en mi mente tan amenudo?
Es la pregunta clave que me hace ahora mismo reflexionar sobre los motivos que hacen de mis noches un campo de batalla entre yo y mi subconsciente.
Son sueños terribles, llenos de imágenes capaces de crear un tráuma de por vida por si mismas. Sufrimiento ajeno y propio, desastres naturales, y un número de muertes que ya no puedo contar.
En lo que va de año he presenciado accidentes aéreos, tsunamis, derrumbamientos de edilicios, el día a día en un matadero sanguinario, desorientación en un bosque, matanzas en fiestas de la alta sociedad y hasta atentados suicidas en medio de una plaza multitudinaria.
Todos ellos me dejan perplejo, temeroso de mi propia mente. ¿Como puedo ser capaz de recrear situaciones de extrema violencia? ¿Porque mi mente desperdicia todo su potencia en mostrarme atrocidades que sólo me llenan de ansiedad las madrugadas?
Estoy en guerra conmigo, no se cuando empezó, no se cuando acabará. Pero la invasión comenzó hace ya demasiado tiempo. He perdido mucho terreno, y cada centímetro de la superficie de mi mente que pierdo es una nueva pesadilla que se apodera de mi al anochecer. ¿Mi mente me odia?
Es un extraño fenómeno de autodestrucción. Un castigo por mis pecados que no me abandonan a lo largo de los años y que ahora se han erigido rebeldes de un mundo que no desean compartir conmigo. O tal vez se trate de una advertencia, de una premonición, del aviso de un cambio o de la llegada del fin de una era...sea cual fuere el motivo de todas estas escenas macabras de tragedia y sangre sólo deseo que terminen.
Las experiencias que muestran son imaginarias, pero las emociones, miedos, ira, ansiedad y dolor que se sienten son reales. Tan reales como el horror que sentirías al ver un cuerpo inerte con la mirada vacía proyectando su ultimo aliento hacia tu rostro. Tan escalofriantes como el sonido de mil gritos sumados por la embestida de una inmensa hola. O tan espeluznantes como el sonido del motor de un avión que se precipita hacia el vacío a trescientos kilómetros por hora con un centenar de vidas en su interior.
Y no puedo evitar que mi intelecto proyecte esas imágenes sin cesar. Sin avisar aparecen en medio de la noche, entre el tranquilo respirar de mis pulmones y el ronroneo de mi pequeño gatito. Dejando tras de si mi cuerpo erguido delante de la cama, mirándome fijamente al espejo y pensando en el porqué de este castigo.
Es la pregunta clave que me hace ahora mismo reflexionar sobre los motivos que hacen de mis noches un campo de batalla entre yo y mi subconsciente.
Son sueños terribles, llenos de imágenes capaces de crear un tráuma de por vida por si mismas. Sufrimiento ajeno y propio, desastres naturales, y un número de muertes que ya no puedo contar.
En lo que va de año he presenciado accidentes aéreos, tsunamis, derrumbamientos de edilicios, el día a día en un matadero sanguinario, desorientación en un bosque, matanzas en fiestas de la alta sociedad y hasta atentados suicidas en medio de una plaza multitudinaria.
Todos ellos me dejan perplejo, temeroso de mi propia mente. ¿Como puedo ser capaz de recrear situaciones de extrema violencia? ¿Porque mi mente desperdicia todo su potencia en mostrarme atrocidades que sólo me llenan de ansiedad las madrugadas?
Estoy en guerra conmigo, no se cuando empezó, no se cuando acabará. Pero la invasión comenzó hace ya demasiado tiempo. He perdido mucho terreno, y cada centímetro de la superficie de mi mente que pierdo es una nueva pesadilla que se apodera de mi al anochecer. ¿Mi mente me odia?
Es un extraño fenómeno de autodestrucción. Un castigo por mis pecados que no me abandonan a lo largo de los años y que ahora se han erigido rebeldes de un mundo que no desean compartir conmigo. O tal vez se trate de una advertencia, de una premonición, del aviso de un cambio o de la llegada del fin de una era...sea cual fuere el motivo de todas estas escenas macabras de tragedia y sangre sólo deseo que terminen.
Las experiencias que muestran son imaginarias, pero las emociones, miedos, ira, ansiedad y dolor que se sienten son reales. Tan reales como el horror que sentirías al ver un cuerpo inerte con la mirada vacía proyectando su ultimo aliento hacia tu rostro. Tan escalofriantes como el sonido de mil gritos sumados por la embestida de una inmensa hola. O tan espeluznantes como el sonido del motor de un avión que se precipita hacia el vacío a trescientos kilómetros por hora con un centenar de vidas en su interior.
Y no puedo evitar que mi intelecto proyecte esas imágenes sin cesar. Sin avisar aparecen en medio de la noche, entre el tranquilo respirar de mis pulmones y el ronroneo de mi pequeño gatito. Dejando tras de si mi cuerpo erguido delante de la cama, mirándome fijamente al espejo y pensando en el porqué de este castigo.